La princesa no ríe, la princesa no siente.
La princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
Rubén Darío

En aquel tiempo yo tenía el sueño de una libélula entre los juncos del corazón.
Juan Carlos Mestre

En esos momentos de encuentro
entre la luna que sale y el sol que entra
las rojas libélulas.
Haiku

~Yo escribo lírica con sonrisas, en prosa.~
Tempus fugit. Carpe Diem








domingo, 24 de julio de 2011

Mesa para dos

He vuelto a enamorarme. De la misma persona. Otra vez.

Hoy fue uno de esos días en los que vistiera la piel que vistiera, no me sentaba bien. Hoy no sabía qué sería de mí mañana. Quizá fuera por eso que ninguno de mis Yo actuales me quedaba bien en este día.
Yo aún no había comenzado a maquillarme y él ya me esperaba en la estación.
Ni siquiera encontraba mi vestido de ilusión, con el que se visten las personas enamoradas.

Busqué y busqué en mi cartera, en cada uno de esos compartimentos, la mayoría de ellos inservibles. ¿Dónde está? ¿Dónde está? Por favor, que aparezca. Sé que él la ha puesto aquí...

"¿Buscabas esto?"
En sus labios, una sonrisa.
En sus manos, la ilusión reencontrada.
En mis labios, la sonrisa.


Mi concederai il piacere di cenare con me?



Comenzó la metamorfosis.
El corazón se me aceleró, bombeaba felicidad a todas las células de mi cuerpo. Sin embargo, el sentimiento era tan grande que pensé que mis tejidos cederían y explotarían, impregnándolo todo de dicha.
La sonrisa se me hizo tan grande que temí que se derramara en el límite de mi cara.
De repente me había vuelto torpe. Infinitamente torpe y vergonzosa. EL amor se descontrolaba en mi pecho y chocaba contra las paredes de mi cerebro, que había decidido tomarse unas vacaciones y dejarme sola delante de él, todo sea dicho. Me sentí joven e inexperta en esta materia del amor, como hacía mucho tiempo que no me sentía. La incertidumbre y la excitación propia de quien acaba de firmar el contrato con Cupido.
Las libélulas hambrientas rugían en mi estómago y mis manos temblorosas y tímidas buscaban las suyas. Mirada huidiza, el cuadro, el tenedor, el mantel de la mesa, la alemana cenando en la mesa contigua, la sonrisa de la camarera al ver a aquellos dos muchachos. Sus manos, sus brazos y esos hombros que tanto me gustan, su boca y sus ojos. me está mirando y sonríe. Y de repente me abruma todo lo que siento por él y aparto la mirada, como si tuviera miedo a que conociera el infinito reflejado en mis ojos. El amor infinito que sentía.

Tonta de mí, que estuve a punto de pasar la tarde durmiendo, "disfrutando" del amor de mis sábanas.

¿Por qué él y no otro? Porque tiene la capacidad de reenamorarme cada día.

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